martes, 3 de junio de 2014

Vuelta a casa


La noche, larga como un suspiro en la penumbra de la soledad, marcha ya hacia otro horizonte. Las lágrimas que de sus brillantes mejillas se derramaban, dejan de brotar al amanecer. A los pies de mi cama, una maleta hecha, en algún lugar de la ciudad un avión espera despegar, conmigo dentro.


Aferro mi equipaje, salgo a la fría mañana, cierro la puerta, emprendo camino. Los rayos del sol calientan mi caminar. Me adentro en las profundidades del subsuelo, recorro túneles angostos, emerjo a la superficie.
El pájaro alza el vuelo, surcando un blanco mar de nubes llego al lado de los que más me quieren.
Vítores y trompetas me dan la bienvenida, palabras tatuadas en el alma.

Reuniones de un consejo expirado hace tiempo, leemos los silencios y escuchamos las miradas. Parece ser que hemos olvidado quien es quien en esta historia. Decepción, desilusión, traición, culpa, palabras que deberían estar ya harto olvidadas para este consejo, brotan verdes y con raíces profundas, mas no es más que uno mismo la solución ante el agravio de tales palabras.

Deambulo por donde hace lustros que no lo hago
Recuerdos de cuando el mundo se presentaba a nuestros pies, recuerdos de cuando no sabíamos lo que el mundo era, inundan mi memoria. El deseo de que vuelvan nunca será más fuerte que el deseo de tener recuerdos nuevos.


Es el día por el que cada año vuelvo, por el que cada año volveré. Festejamos como solo nosotros hacemos. Pero todo comienzo tiene un final, y el de este viaje está cercano. Aunque antes de volver un ruido a lo lejos capta mi atención. Campanas, repican campanas.

Con el tañido de buenas nuevas haciendo eco en mi cabeza, deshago el camino que me llevó a donde estaba y me trajo a donde estoy. La ya casi acabada noche vigila mis pasos, un taimado frío me mantiene despierto. Giro el pomo de la puerta, entro en casa, he vuelto.

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