martes, 4 de septiembre de 2012

Hora de Marchar


La espada afilada. La armadura pulida. El caballo ensillado. Mi cuerpo está cubierto por las cadenas que allí caerán. Todos mis sentidos alerta. El momento de otra batalla para el recuerdo ha llegado. Marcho a la lucha ligero de equipaje, el hastío y la pena es lo que más pesa en mi hatillo.

Parto, por primera vez, a una batalla que no quiero luchar, pero que anhelo que llegue. Y por ello me pregunto si no estaré equivocado. El camino que he elegido puede que no sea el correcto. Me dijeron que con mi corazón de piedra no hay mejor camino pues no padeceré tristeza por los caídos, mi corazón no sangrará por ellos. Cierto es, pero eso no quita que aunque el músculo que mueve mi cuerpo sea de piedra y no vaya a sangrar, no sienta el impacto del golpe.

No me cabe duda que el impacto será demoledor. Una astilla resquebrajará y se clavará dentro. Una gota de sangre caerá, y será la última que por ellos derrame.
No quiero luchar, pero lucharé. No quiero sangrar, pero sangraré. Quiero olvidar, pero no olvidaré. La cicatriz de la batalla quedará eterna en mi.

Las dudas atormentan mi razón. Larga será la contienda. Largo el tiempo que no sabréis de mi. Aun así iré, y sin duda volveré, pues alguien me espera a mi regreso. Libertad es su nombre, y no la haré esperar mucho más.

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