sábado, 29 de septiembre de 2012

La Batalla del Hombre Libre (Tercera parte)

El sol despierta en el horizonte. Demasiado tarde para quien lleva horas listo para marchar. La vieja armadura ceñida a su cuerpo, la espada afilada duerme envainada esperando el momento de que por su hoja se vuelva a derramar la sangre de los caídos. El caballo ensillado y deseoso de comenzar el largo viaje.
Un viaje de destino a lo que antes se llamaba hogar.

La oscuridad ha vuelto a vencer al día devolviendo el reinado a la luna. Entre las sombras un hombre y su caballo, agotados de un largo caminar, por fin llegan a su destino. Allí les esperan.
-"Veros otra vez ensancha mi corazón."
-"Lástima que haga tiempo que dejé de tener de eso. Aun así también me alegra verte."
Camino de una hoguera que caliente sus huesos y un catre donde esperar la visita del esquivo Morfeo, hablan de las batallas acontecidas y de las que tendrán que acontecer. Un halcón sobrevuela sus cabezas. Extiende el brazo y el animal se posa en él. En un pequeño trozo de papel reza: -"Las puertas del castillo están abiertas. No llegues tarde." La nota luce el sello de la reina.

Las puertas del castillo se abren sin resistencia alguna al posar las manos sobre ellas. Al otro lado, la reina espera tan dueña y señora de su fortaleza como siempre. A su lado, la bestia que un día fue suya, reacciona impulsivamente al volver a verle después de tanto tiempo. Con un ligero y simple movimiento de su mano detiene el avance del animal, que se sienta a mitad de camino entre ambos.
-"Pasa, por favor. Y sientate a mi mesa como otras muchas veces has hecho."
-"Será un placer. Como siempre lo ha sido."
La espada deja en la entrada, sabe que no será necesaria. Con otro ligero movimiento de su mano indica a la bestia que le acompañe. Sentados a la mesa, ella portentosa en el trono, él y quien un día fue su animal sentado a su lado lamiéndole la mano, conversan plácidamente.
-"Las armas serán innecesarias entre nosotros, estas puertas se te abrirán si lo pides."
-"Siempre será un honor entrar en este castillo. Aunque no lo vaya a volver a hacer. Estaré eternamente agradecido con vos por la paz que me ofreces."
-"No te ofrezco más de lo que has dado. Llévate lo que es tuyo y lleva nuestro recuerdo contigo."
Al amanecer La Hermandad hace aparición, advertidos de que no habrá batalla, portan los enseres y marchan en paz.
-"Espero que vuelvas algún día y nos honres con tu presencia."
-"El honor será mio."
La reina y él se abrazan. Ambos saben que es una despedida.
Antes de irse se da media vuelta, las rodillas besan el suelo. Con una mirada la bestia comprende que es libre de expresar su efusividad. Se abalanza sobre él como si no hubiese mañana. Él lo abraza y antes de que una lágrima se derrame por su rostro le susurra al oído un adiós nacido de un alma rota. Un adiós tan triste como la propia muerte. El animal queda totalmente relajado, sentado, a su manera también ha comprendido que ese olor se desvanecerá de su memoria para siempre.

El sol comienza a desvanecerse, La Hermandad ha devuelto al guerrero a casa. Es hora de por fin, después de tanto tiempo, descansar, de sanar heridas, de liberar a la mente del pensamiento. Mente que no alcanza a comprender si la decisión de haber vuelto para luchar era lo correcto o no, dada la ausencia de batalla donde creía libraría una guerra. Aun así algo dentro de su ser le hace presagiar que la batalla por su libertad, la cual creía que iba a acontecer al principio de su viaje y no donde ahora se encuentra, no a terminado todavía.

Continuará...

1 comentario:

  1. Puff increible.. cada vez escribes mejor, me encanta la parte de la bestia, ya lo sabes jeje.... cuanto sentimiento expresas, aunque tu te hagas el fuerte jiji

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