jueves, 13 de diciembre de 2012

El Hada de mi Jardín

Hoy, como cada amanecer, o lo que se supone que debería ser el amanecer ya que el Sol hace tiempo que no se digna a aparecer por aquí, debe de hacer demasiado frío para él, medito en la paz que el muro inexpugnable erigido a mi alrededor me proporciona. Un muro que prohibe a todo aquel que lo intente, penetrar en mi fortaleza, por mucho que se dediquen a picar piedra.
Sumergido en lo más profundo de mi pensar, unos leves golpecitos en el cristal de mi ventana me despiertan del divagar de mi mente. Como es posible que si nadie puede entrar, estén llamando a mi ventana.

Intrigado, me dirijo a la ventana, descorro las cortinas. Nada veo. Nadie hay. Nuevamente escucho los golpecitos en el cristal. Bajo la mirada y en el alféizar me sorprende una pequeña hada. Le abro y tiendo mi mano para que se pose en ella. El simple roce de su piel me hace sentir un placentero calor en mi mano. Me reconforta. La elevo hasta la altura de mis ojos, me susurra: "Mírame a los ojos y dime que me quieres."
Todo a mi alrededor desaparece. Viajo, sin ni siquiera haber puesto un pie en el suelo, a tiempos y lugares de mi recuerdo. Pierdo el conocimiento, pierdo la razón.

Me despierto en una cama que no es mía, pero que me resulta familiar. Una mujer duerme a mi lado. Abre los ojos, unos ojos que me sumergen en la sin razón, unos ojos que solo a mi me miran de la forma en que lo están haciendo ahora mismo.
"Dime que me quieres."
"¿Hada?"
Su mano acaricia mi cuello, su roce eriza el bello de mi piel. Sus dedos se sumergen en mi pelo. Sus labios acarician los mios, tan tímidos que no se atreven a tocarse, pese al incipiente deseo que tienen de devorarse. El tacto de su piel contra la mía consigue que mi cuerpo arda en un fuego que parece provenir del mismo infierno. El frío que congela los cristales de las ventanas se convierte en una simple ilusión. El calor de nuestros cuerpos es el único abrigo que necesitamos. Nos fundimos el uno con el otro en un danzar frenético, en un vaivén acompasado por una única respiración. Y sus ojos siguen clavados en los mios. Y los mios siguen dejándose ahogar en el profundo mar de los suyos.
El agua de la ducha purifica nuestros cuerpos. Me abraza. Su pecho contra mi espalda. El latido de su corazón es el compás de mi respiración. Su cabeza sobre mi hombro. Reclino mi cabeza, nuestras mejillas se acarician. Yacemos en la bañera arropados por el agua. Las velas iluminan la estancia. La música evade nuestras mentes.
"Dime que me quieres."

Abro los ojos. Despierto en la realidad. En mi mano sigue la pequeña hada. Ahora me acuerdo. Ahora se quien eres. Yo te convertí en lo que eres. Una mujer que me alzaba hasta acariciar el mismo cielo, atrapada en el cuerpo de un ser mágico. Un ser que me promete el paraíso. El mismo paraíso que no puedo tener, porque ese lugar no puede volver a ser para mi. Lo abandoné por voluntad propia, y aunque tú seas su propietaria, y seas tú quien decide quien ocupa ese lugar. Yo puedo decidir, como ya hice, si ocuparlo o no.
Se que con algo tan simple, pero a la vez tan complicado, como un te quiero, podría que me aceptaras otra vez. Pero no lo diré. Dejaré que vivas en mi jardín, pero no en mi palacio, para que cuando salga a pasear en soledad, acompañes mi travesía y me des calor mientras al oído te susurro:
TE QUIERO

2 comentarios:

  1. increible sueño... increibles recuerdos que nunca volveran, solo nos queda la esperanza de encontrar nuevos sueños por los que luchar... Larga vida y prosperidad mi fiel amigo Lito¡¡¡
    http://www.youtube.com/watch?v=7rpGxVgGh5E

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  2. Jo. De qué me sonará a mi tu sueño?.
    es muy bonito y a la vez triste.
    Yo me conformo con ser un saltamontes de ese jardín de las afueras de tu palacio.
    Ese que de vez en cuando da por culo cantando un gri-gri...gri-gri....

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